jueves, 12 de marzo de 2009

EL JUEGO


Con voz ahogada surgía el canto en el cielo.
La triste luz iluminaba la luna oscura,
viviendo mi muerte, hace que el fin sea mi guía.
No se como gritar, no se como callar.
La partida de ajedrez obliga a la resistencia,
las fichas están en juego, y caen las negras.
Siento presión, el aire no llega,
la sinergia con el mundo está derrotada.
Me están venciendo, y quiero ser vencido.
El juego ha terminado, mis fichas han perdido,
pero ahora siento la luz, ahora siento el frío.
He muerto, pero ahora estoy vivo.

sábado, 17 de enero de 2009

LA CONDESA SANGRIENTA



Erzsébet Bathory: La Condesa Sangrienta

El caso de este personaje resulta verdaderamente interesante para la historia del crimen en serie, partiendo en un principio del hecho que sea una de las pocas mujeres que haya asesinado de una manera tan cruel... a cerca de 650 niñas.

Además de una perversión sádica y sexual, la Condesa Elizabeth Báthory sentía especial atracción por la sangre, y no sólo se contentaba de beberla, como es habitual en los llamados asesinos vampíricos, sino que se bañaba en ella con el fin de impedir que su piel envejeciese al paso de los años.
Nace en 1560 en el seno de una de las más ricas familias húngaras.
Si bien pertenecía a la más ilustre y distinguida aristocracia, siendo su primo Primer Ministro de Hungría, y su tío Rey de Polonia, también existen antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia, como pueden ser un tío adorador de Satán y otros familiares adeptos a la magia negra o la alquimia, entre los que se puede contar a la propia Báthory, ya que desde su infancia había sido influida por las enseñanzas de una nodriza que se dedicaba a las prácticas brujeriles.

Cuando sólo contaba con 15 años se casa con un noble, el conde Nadasdy, gran guerrero conocido como "El Héroe Negro", y se van a vivir en un solitario castillo en los Cárpatos.
El conde no tarda en ser reclamado en una batalla, por lo que se ve obligado a dejar sola a Elizabeth por un tiempo.
Al cabo de muchos momentos en espera de su marido, ésta se aburre por el continuo aislamiento al que estaba sometida, y se fuga para mantener una relación con un joven noble al que las gentes del lugar denominaban "el vampiro" por su extraño aspecto. En breve regresa de nuevo al castillo y empieza a mantener relaciones lésbicas con dos de sus doncellas.
Desde ese momento, y para distraerse de las largas ausencias de su marido, comienza a interesarse sobremanera por el esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas.

A medida que pasaban los años, la belleza que la caracterizaba se iba degradando, y preocupada por su aspecto físico pide consejo a la vieja nodriza. Ésta, le indica que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados en los hechizos de magia negra, y le aconseja que si se bañaba con sangre de doncella, podría conservar su belleza indefinidamente...

En esa época, la Condesa tubo su primer hijo, al que siguieron tres más, y si bien su papel maternal le absorbía la mayor parte del tiempo, en el fondo de su mente seguían resonando las palabras tentadoras de la nodriza: "belleza eterna". Al principio intentó alejarlas de sí, posiblemente no por falta de deseo o valor, sino por temor a las consecuencias de cara a la aristocracia, pero años más tarde cuando su marido fallece no tarda en probar los placeres sugeridos por la bruja.

Al poco tiempo moriría su primera víctima: una joven sirvienta estaba peinando a la Condesa, cuando accidentalmente le dio un tirón. Ésta, en un ataque de ira le propinó tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano. Al mirar la mano manchada de sangre, creyó ver que parecía más suave y blanca que el resto de la piel, llegando a la conclusión que su vieja nodriza estaba en lo cierto y que la sangre rejuvenecía los tejidos. Con la certeza de que podría recuperar la belleza de su juventud y conservarla a pesar de sus casi cuarenta años, mandó que cortasen las venas de la aterrorizada sirvienta y que metiesen su sangre en una bañera para que pudiera bañarse en ella.

A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje acompañada por sus doncellas en busca de jóvenes hembras a quienes engañaban prometiéndoles un empleo como sirvientas en el castillo. Si la mentira no resultaba, se procedía al secuestro drogándolas o azotándolas hasta que eran sometidas a la fuerza. Una vez en el castillo, las víctimas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos bien por un verdugo, un sirviente o por la propia Condesa, mientras las víctimas se desangraban y llenaban su bañera.
Una vez dentro de la pila, hacía que derramasen la sangre por todo su cuerpo, y al cabo de unos minutos, para que el tacto áspero de las toallas no frenase el poder de rejuvenecimiento de la sangre, ordenaba que un grupo de sirvientas elegidas por ella misma lamiesen su piel. Si estas mostraban repugnancia o recelo, las mandaba torturar hasta la muerte. Si por el contrario reaccionaban de forma favorable, la Condesa las recompensaba.

En algunas ocasiones, las víctimas que le parecían más sanas de mejor aspecto eran encerradas durante años en los sótanos para ir extrayendo pequeñas cantidades de sangre mediante incisiones afín que la dueña del castillo pudiera bebérsela.
Por otro lado, las calaveras y los huesos eran también aprovechados por los hechiceros del castillo, convencidos que sólo un sacrificio humano podía dar buenos resultados para realizar sus experimentos alquímicos.

Durante once años, los campesinos aterrados veían el carruaje negro con el emblema de la Condesa Báthory rastrear el pueblo en busca de jóvenes, que desaparecían misteriosamente dentro del castillo y que nunca volvían a salir.
Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, sea por pereza o descuido, tan sólo los arrojaban al campo para que las alimañas acabasen con ellos.

Algunos aldeanos no las tenían todas consigo por los gritos estremecedores que se oían salir del lugar, y se empezaron a extender rumores por todo el pueblo de que algo raro sucedía en el castillo.
Finalmente estos pueblerinos empiezan a rondar por las inmediaciones, en dónde se encuentran con los restos de más de una docena de cuerpos sin vida. Éstos armaron una revuelta insistiendo que el castillo estaba maldito y era además una residencia de vampiros, quejándose ante el propio soberano.

Atacar a una familia de poder en esa época era algo verdaderamente difícil, y sobre todo si como en este caso, el acusado además de ser una persona distinguida entre la nobleza tenía amigos igual de poderosos por todas partes. Por ese motivo, el emperador comienza por no prestar atención a las quejas de su pueblo, pero finalmente envía una tropa de soldados que irrumpen en el castillo en 1610.
Al entrar, los soldados encuentran en el gran salón del castillo un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada con un objeto para extraerle la sangre, y una última ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. En los alrededores del castillo, desentierran además otros cincuenta cadáveres.

En los calabozos, se encuentran a gran cantidad de niñas, jóvenes y mujeres aún en vida a pesar que algunos de ellos tenían señales de haber sido sangrados en numerosas ocasiones. Una vez éstos liberados, sorprenden a la Condesa y a algunos de sus brujos en una de las habitaciones del castillo en medio de uno de estos sangrientos rituales. Rápidamente son detenidos y conducidos a la prisión más cercana.
Los crímenes sádicos de Báthory habían durado aproximadamente diez años.

En el juicio, sobraban pruebas para condenar a Elizabeth Báthory culpable de los múltiples crímenes cometidos, pues no sólo se habían encontrado ochenta cadáveres sino que los guardias estaban de testigos para declarar que la habían visto matar con sus propios ojos.

Ésta confesaría haber asesinado junto con sus hechiceros y verdugos, a más de 600 jóvenes y haberse bañado en "ese fluido cálido y viscoso afín de conservar su hermosura y lozanía".
Le seducía el olor de la muerte, la tortura y las orgías lesbianas. Decía que todo lo mencionado poseía un "siniestro perfume". Sus cómplices fueron condenados culpables, unos decapitados y otros quemados en la hoguera.

Báthory, aún contando con el privilegio de pertenecer a la nobleza y ser amiga personal del rey Húngaro, fue condenada por éste mismo a una muerta lenta: la emparedaron en el dormitorio de su castillo, dejándole una pequeña ranura por la cual le daban algunos desperdicios como comida y un poco de agua. Murió a los cuatro años de permanecer en esa tumba, sin intentar comunicarse con nadie ni pronunciar la mínima palabra. Fue una especie de suicidio, de repente dejó de tocar alimento alguno y fallece en 1614 cuando contaba con 54 años.

Resulta curioso señalar un paralelismo entre esta mujer y otro vampiro histórico muy conocido: Gilles de Rais, pues aunque éste cometió sus crímenes dos siglos antes, procedían de manera muy similar: ambos pertenecían a la alta nobleza. Él era homosexual y ella lesbiana (de ahí que sus víctimas fuesen principalmente mujeres), y lo más sorprendente e inquietante es que tanto los sirvientes de uno como de otro participaban en los macabros baños de sangre.

JACK EL DESTRIPADOR



Ha pasado más de un siglo y todavía perdura el misterio. Cinco crímenes perpetuados en Whitechapel hacia 1888, que hoy, por el escaso número de víctimas hubiesen ocupado pocas líneas en los diarios, en su momento revolucionaron Londres y el mundo entero.
Durante cien años, investigadores, detectives, policías y muchos aficionados han tratado de establecer un perfil psicológico que ayudase a determinar la personalidad o el nombre del asesino, pero hasta ahora solo se han podido identificar los nombres de unos posibles sospechosos. Tal vez por ese motivo Jack el Destripador se ha convertido en el asesino en serie más conocido de la historia. Su nombre nos evoca una silueta entre la niebla del Londres Victoriano, una sombra con capa y sombrero negros que ataca a sus víctimas y desaparece para siempre de la escena del crimen... no en vano se han escrito sobre él cientos de libros, canciones, óperas y películas. Es la perfecta historia de suspense, el gran misterio sin resolver.

LAS VÍCTIMAS

En el año 1888, Whitechapel era uno de los peores distritos de todo Londres. En las calles, hombres, mujeres y niños arrastraban una vida de pobreza y delincuencia en la que muchas veces el único alivio era el que podía ofrecerles una botella de alcohol barato. Los callejones oscuros desembocaban en bares mugrientos y burdeles miserables en los que algunas mujeres se ganaban la vida prostituyendo sus cuerpos por unos pocos peniques. Fue precisamente aquí, en el East End londinense, donde tuvo lugar el breve reinado de terror del temido descuartizador que firmaba sus crímenes como "Jack el Destripador".

Su primer crimen oficial, por así decirlo, el que reconocen todas las crónicas, tuvo lugar el 31 de agosto, aunque en su día se sospechó que por lo menos dos asesinatos anteriores menos publicitados habrían sido también obra suya.


Ese día estaba amaneciendo muy lentamente. Las calles todavía estaban oscuras, y a pesar del frío algún que otro paseante comenzaba a circular por el barrio. Uno de ellos distingue a lo lejos el cuerpo de una mujer tendido en el suelo que a primera vista parecía desmayada, pero cuando se acerca para tratar de ayudarla, ve que unas terribles heridas la habían casi decapitado. Horrorizado, no deja pasar un minuto y avisa al primer policía que hacía su ronda por el barrio, quién acompañado de un médico distingue bajo la luz de una linterna que la muerte le había sido provocada por dos golpes con arma blanca que le habían seccionado la tráquea y el esófago. El cuerpo, todavía caliente en partes, indicaba que el momento del crimen no debía de haber sido de más de media hora antes de haber encontrado el cuerpo. Tras un examen más detallado en la sala de autopsias, descubren además que había sido brutalmente golpeada en la mandíbula inferior izquierda (posiblemente por una persona zurda), y que su abdomen había sido mutilado.
Por lo demás, el asesino no había dejado otras pistas tras de sí, ni testigos, ni el arma homicida. Ninguno de los vecinos oyó nada.
La identificación de la víctima no fue tarea fácil, aunque unos días después su padre y su ex marido identifican el cuerpo de una mujer de 42 años, prostituta, llamada Anne Mare Nichols y conocida como Polly.

Polly había estado casada y tenía cinco niños, pero su adicción al alcohol había hecho que su matrimonio se rompiera. Desde entonces, sola, había vivido de sus pobres ingresos de prostituta.


El lunes 6 de agosto, varias semanas antes del primer crimen oficial del Destripador, Marta Tabram, una prostituta de 39 años, había sido hallada muerta con 39 puñaladas; y algunos meses antes, Emma Smith, una prostituta 45 años, había sido agredida salvajemente en la cabeza y le habían introducido un objeto en la vagina. Seguramente estos dos crímenes no tenían nada que ver con nuestro asesino, más que nada porque la firma del Destripador era más ritualista que los simples golpes y puñaladas, pero aún así, el terror ya se había apoderado de las almas de los habitantes del distrito londinense.


Annie Chapman era una mujer sin hogar propio que vivía en pensiones comunes cuando disponía de dinero para el alojamiento de una noche, y cuando no era así, se dedicaba a vagar por las calles en busca de clientes que le proporcionasen alguna moneda para bebida, refugio y alimento. No siempre había sido así, unos años antes estaba casada y con tres niños, pero todos murieron, unos por enfermedad y otros por accidente. Fue un golpe muy duro, nunca se repuso. Así, en estado de depresión permanente comenzó a beber para sobrellevar su soledad.
Su cuerpo fue hallado mutilado en la calle del Mercado de Spitalfields a las 6 de la mañana, y nadie había ido testigo de los hechos. Su intestino estaba en el suelo entre un gran charco de sangre y una profunda incisión cruzaba su cuello de lado a lado.


Todo parecía indicar que había sido asesinada en ese mismo sitio. No había señales de defensa por parte de la víctima, y lo curioso es que cerca de su cadáver se encontraron un pequeño pañuelo, un peine y un cepillo de dientes, que parecían haber sido colocados en un orden concreto por el asesino.
Según el médico forense que vio el cadáver, el asesino había agarrado a Annie por la barbilla y la había degollado por la espalda de izquierda a derecha, y por la fuerza empleada, posiblemente con la tentativa de decapitarla. Eso le había causado la muerte. Las otras heridas infligidas y las mutilaciones abdominales habían sido realizadas post mortem: el abdomen había sido abierto para extraer la vagina, el útero y la vejiga, que no fueron hallados. Las incisiones eran limpias, como si se tratase del trabajo de un experto en anatomía, o por lo menos el de alguien con los conocimientos anatómicos y la habilidad suficiente para poder abrir el cuerpo y extraer los órganos con mucho cuidado de no dañar otras partes internas. El instrumento utilizado parecía ser un cuchillo estrecho con lámina fina y muy afilada, la clase de cuchillo que utilizaban los cirujanos y los carniceros.


Una señora de nombre Elizabeth Long que se dirigía al mercado esa mañana, pudo aportar un testimonio valioso: a las cinco y media de la madrugada había visto a un hombre conversando con una prostituta que identificó como Annie Chapman. Lamentablemente el hombre estaba de espaldas y no pudo ver su rostro, pero sí distinguió la silueta de un hombre de unos 40 años, elegante, que portaba un sombrero y un abrigo oscuros. La hora de la muerte se estimó entonces entre las cinco y media y las seis de la mañana, hora en la que fue descubierto el cadáver, lo que significaba que el asesino actuaba rápidamente y con gran precisión.


La falta de indicios hacía que la investigación avanzase lentamente. Todo el mundo había relacionado las muertes entre ellas, y a pesar de que la policía se mantenía en el más absoluto de los silencios, los periódicos no dejaban de alimentar cada rumor escuchado, lo que servía para aumentar la cólera y el miedo de los vecinos. Desde Scotland Yard se llegó a ofrecer una gratificación para quien aportase algún dato válido sobre la identidad del asesino, pero lo único que consiguieron fue que los vecinos aprovechasen sus diferencias y se denunciasen entre ellos, deteniendo simplemente a algunos falsos culpables, excéntricos o alcohólicos que aseguraba ser el descuartizador de prostitutas, aunque tras numerosas investigaciones y por el hecho de que todos carecían de habilidades médicas o que tenían coartadas, no tardaban en recuperar la libertad.


El 25 de septiembre, la Agencia Estatal de Noticias recibió una nota en tinta roja firmada por el propio Jack el Destripador cuyo contenido era:


"Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha cogido, pero en realidad todavía no me han pescado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a chillar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito..."

Firmado: Jack el Destripador, desde el Infierno.


A partir de entonces seguiría escribiendo cartas y poemas destinados al jefe de la policía londinense jactándose de su habilidad para escabullirse en la oscuridad de las calles y evitar ser atrapado por la multitud que le perseguía, o haciendo alarde de la perfección de sus crímenes y anticipando otros nuevos ataques, siempre seguro de sí.


El domingo 30 de septiembre, se descubría otro cadáver en la calle Berner sobre la una de la mañana. Tras pedir ayuda a la policía, vieron que se trataba de una mujer, cuyas faldas habían sido levantadas por encima de sus rodillas. Un forense llegó a la escena del crimen con su ayudante un cuarto de hora más tarde. Entre los dos detallaron sus conclusiones de la exploración:
"La difunta yace sobre su lado izquierdo, su cara mira hacia la pared derecha. Sus piernas han sido separadas, y algunos miembros están todavía calientes. La mano derecha está abierta sobre el pecho y cubierta de sangre, y la izquierda está parcialmente cerrada sobre el suelo. El aspecto de la cara era bastante apacible, la boca ligeramente abierta. En el cuello hay una larga incisión que comienza sobre el lado izquierdo, 2 ½ pulgadas por debajo del ángulo de la mandíbula casi en línea recta, seccionando la tráquea completamente en dos, y terminándose sobre el lado contrario... "
El asesino no se había ensañado tanto esta vez como en las anteriores. Posiblemente había sido interrumpido mientras la degollaba y hubiese huido antes de completar su ritual.

La joven prostituta fue identificada como Elizabeth Stride, de origen sueco, que había venido a Inglaterra para ganarse la vida tras el fallecimiento de su marido y sus dos hijos en un accidente marítimo.


Esta vez, varios testigos declararon haberla visto momentos antes de su muerte acompañada por un hombre de unos treinta años con pelo y bigote negros, vestido con un abrigo negro y un sombrero alto, que portaba un bulto, como un maletín.
Mientras la policía se enfrentaba al hallazgo de este nuevo cadáver, a pocas calles allí un guarda nocturno descubría el cuerpo de otra víctima degollada. Su abdomen había sido abierto y los intestinos se encontraban en el suelo, además tenía varias heridas por todo el cuerpo. Los miembros estaban todavía calientes, la data de la muerte no debía ser de más de media hora desde el descubrimiento del cadáver.
No había otros indicios más que un escrito con tiza blanca sobre una pared que decía: "No hay porque culpar a los judíos", supuestamente obra del asesino. Antes de que la inscripción pudiese ser fotografiada, el Comisario de la Policía londinense Charles Warren ordenó que fuese borrada, según él porque se trataba de una falsa pista del criminal tratando de culpabilizar a la comunidad judía, y si algún londinense lo leía, podía provocar una revuelta contra ellos.
La víctima era Kate Eddowes, quien como las demás, tenía por oficio el de la prostitución y como afición, la bebida. Sus padres habían muerto cuando ella era joven y a los 16 años se fue a vivir con un hombre, con quién tendría tres hijos. Los malos tratos por parte de éste obligaron a que se fuera de casa, y su adicción al alcohol la obligó a alquilar su cuerpo en las calles.
Como en las muertes de Polly Nichols y Annie Chapman, la garganta de Kate había sido degollada de izquierda a derecha, le habían seccionado el vientre y extraído algunos órganos, entre ellos uno de los riñones.


Después de esto, las cosas parecieron volver a la normalidad en Whitechapel. No hubo ningún otro asesinato durante un mes y las prostitutas regresaron a las calles más tranquilas. Desgraciadamente, la paz duró poco, pues el 9 de noviembre, otra mujer apareció salvajemente asesinada.
Se trataba de Mary Kelly, una atractiva joven de 21 años que se dedicaba a la prostitución para poder mantenerse a ella misma y a su pareja, que se encontraba sin trabajo.
Esa mañana, el locatario subió a la habitación de Mary para cobrar el alquiler mensual, pero nadie contestó a su llamada. Decidió abrir la puerta él mismo, horrorizándose por lo que descubrió...

Sin duda era el crimen más violento de Jack el Destripador. El cadáver estaba tumbado sobre la cama con múltiples heridas de arma blanca, completamente mutilado y con la arteria carótida seccionada. La ferocidad de este asesinato asombró a los cirujanos veteranos de policía. El médico forense necesitó varias páginas para redactar el informe de las lesiones y órganos extraídos.


Este asesinato creó el pánico absoluto en el barrio, haciendo estallar episodios esporádicos de violencia en la muchedumbre. La actividad policial era frenética, cada rincón fue registrado, cada sospechoso detenido e interrogado a fondo, pero no por eso la policía dejaba de ser duramente criticada. Nunca más se volvió a saber del asesino. No hubo más cartas ni más crímenes, parecía que Jack el Destripador hubiese abandonado la escena del crimen para siempre, y finalmente el caso fue cerrado en 1892, el mismo año en que el Inspector encargado del caso se retiró.

Lo cierto es que nadie puede saber si ésta es la verdadera historia o si es otro de los relatos que inspira este terrible personaje. Lo único que hoy en día tenemos claro es que no se trataba de un delincuente cualquiera. Sus hechos demuestran que era una persona con gran inteligencia y tal vez una educación superior a la población de Withechapel, incluso puede que fuese alguien de clase alta. Tal vez tuviese un trastorno de la sexualidad o un trastorno mental que le provocase esa compulsividad y obsesión a la hora de cometer los crímenes. Su afán de reconocimiento y el hecho que resaltase con las cartas enviadas a la prensa su inteligencia, demuestra que también era una persona insegura y llena de complejos. Pero mientras Scotland Yard mantenga sus archivos en el más absoluto secreto, otros autores seguirán suscitando sospechosos que mantengan la leyenda del Destripador viva.

AMOR Y ODIO

Un ángel se enamoró de una criatura demoníaca. Este ángel actúo sin que el creador supiera nada, hasta el día que se enteró y Dios le cambio el color de las alas, lo desterró al infierno, y por el contrario a la criatura demoníaca la convirtió en un ángel, con unas alas blancas resplandecientes, y singulares. Pero realmente que hicieron de mal los dos enamorados, quién debería realmente llevar las alas negras, el ángel, o el mismísimo Dios. Por muy buenos que seamos si nos llevan la contraria utilizaremos nuestro poder para ejercer nuestra voluntad.

LA NOCHE CON SOMBRAS


En una oscura noche, esparcida con niebla intensa, el reloj marcaba las 00:00 horas, y el silencio se hacía eco en las montañas. Dentro del pueblo había cinco casas, todas de madera, con techos bajos, y camas de paja. Vivían 5 familias, de las cuales un bebé de 2 meses yacía.El bebé lloraba como si dos vigas de acero hiciesen presión sobre su cara. La madre del bebé auxilio pedía, su hijo se iba a ahogar con sus dulces lágrimas, cerca de su ténue cama. El bebé enfurecido, sacó un gruñido, y sus padres asustados, lloraban desconsolados. El bebé se estaba convirtiendo, tenía la apariencia de un lobo, ¿Qué le pasa al bebé?, su madre decía, mientras él poco a poco se retorcía. Cuando llegó a ser un lobo a su mamá acarició, y entre la oscuridad de la noche, este bebé convertido en lobo desapareció.

viernes, 16 de enero de 2009

¿SOBREVIVIR?


En el día de hoy, algo muy extraño ha sucedido, mi corazón se debilita, mi mente descansa, mi cuerpo fluye demasiado tranquilo en mi casa. Dentro de mi escucho un ruido, algo que me llama, me penetra y me ahoga dentro de sus palabras. Qué será lo que me atormenta, de quién será esas fúnebres sílabas que se convierten en palabras. La presión en mi pecho cada vez más fuerte se halla, mi corazón siente frío, y mi alma se me escapa. Alguien me lleva, algo me quiere mostrar, estoy viendo en su mirada que la muerte me viene a buscar. Aquí recae mi sorpresa cuando una vez muerto, volví a la vida.
Pero ahora veo la verdad, si vivir es ser féliz, yo creo que me estoy muriendo, espero poder morir para por fin llegar a vivir.

DUENDE Y MUJER EN EL LAGO BY KARPY